28 mar 2022

Al alma: Violencia, un discurso normalizado

La violencia, como un discurso normalizado



Existen demasiadas inquietudes en referencia al tema de la violencia, dudas y cuestionamientos que surgen a partir de lo vivido, de lo visto, de la percepción que otras personas tienen sobre ella; las distintas discursivas que giran en su entorno en busca de su entendimiento, detección, prevención, atención, pretendiendo su erradicación.

Algunas de estas discursivas se tornan violentas en sí misma, por parte de quien las desarrolla, las dogmatiza y las vuelve inflexibles, se institucionaliza el discurso hasta pretender que es ley;  pretendiendo que no haya posibilidad de cambio en ello. Sin embargo, el cuestionar, analizar y construir discursos flexibles sobre el tema de la violencia, también posibilita la inclusión de más personas para generar cambios. Es por ello, que el presente texto plasma la perspectiva y reflexión en cuestión a la violencia y crear diálogo entre los lectores. Cabría entonces comenzar con la interrogarnos la concepción que se tiene sobre la violencia:


La Organización Mundial de la Salud define la violencia como:


"El uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones".


A pesar de que “en muchos casos, la violencia implica agresión, aunque en otros se ejerce sin ella. La violencia produce subjetividades, se legitima mediante discursos que la describen como natural, sagrada o justa, y se rutiniza como necesaria para el logro de objetivos”. (Zavaleta, 2018). De ésta forma se observa que no sólo la agresión externa, física, visible, es violencia, sino también conductas, ideas y discursos se pueden perpetuar y generar condiciones desiguales, de sometimiento. Es el planteamiento de Foucault, en la Hermenéutica del sujeto (1994) donde se expresa que las relaciones de poder son las que permiten en ejercicio de la violencia, solo cuando una de las partes tiene una posición de poder, sea cual sea, puede ejercer violencia hacia el otro, que se encuentra en una posición distinta, de desventaja, de no privilegio.

Se puede considerar que la violencia es un asunto sistémico, estructural de la construcción sociocultural en la que nos encontramos y que nos conforma, nos crea; de la cual aprendemos a ser y a hacer; parte entonces de un desajuste de poder entre los individuos que conforman la sociedad, destacando que son pocos los privilegiados, que sustentan altamente en ventaja de dicho ejercicio de poder, y en el mismo ejercicio de acciones y respuestas que regulan el mantenerlo. Sin embargo, estas mismas acciones han dejado al resto de la población en condiciones de vulnerabilidad, discriminación, desigualdad y desequidad; en condiciones de constante vigilancia y abuso, con la intención de someter, dominar, controlar y abusar, de las poblaciones, o grupo de personas que han sido vulneradas por su creencia, sexo, preferencias, identificación y orientaciones sexuales, raza, condiciones físicas, emocionales, mentales, sociales; las condiciones para ser y hacer en la sociedad están determinadas por una normativa rigurosa que impide el aceptar y dar paso a la diferencia entre los seres humanos, cualquier intento que implique el cuestionar o expresar lo distinto a la normativa, se vive como una amenaza que justamente pone en jaque el dominio ejercido sobre la población que se ha vulnerado. 




Cuando se habla de la violencia, resulta complicado el determinar quiénes son los que intervienen o cómo es que se genera, más cuando se justifica lo que cotidianamente se ha ido ejecutando y por el hecho de ser una acción, palabra u omisión que se ha tenido recurrentemente, se queda hereditariamente como “lo normal”, por tal motivo, se considera que es lo correcto o lo que está bien.


Por ello, resulta complicada su visualización, ya que la misma sociedad defiende su cultura de violencia y su institucionalización complica el abordaje de la misma. Pero no solo se presentan dichas complicaciones, se pone también sobre la mesa el cuestionar la posibilidad de erradicar la violencia;  ya que es una de las metas a nivel social, impactando en la conformación de sujetos en su ser y hacer, libres de violencia y en una cultura de paz. 


Entre las personas que intervienen en las situaciones y ejercicio de violencia se destacan tres participantes; el que está en una posición de poder (quien ejerce la violencia), la persona que recibe la violencia y por último, el espectador de la violencia. De éstos, se empieza por mencionar los que generan la violencia, puede ser cualquier persona, grupo o institución; sin distinción alguna, el único requisito es estar en una posición de poder; la violencia que se puede generar es de tipo física, psicológica, sexual, económica y patrimonial; y se puede hacer a cualquier persona y en cualquier lugar. Quien genera la violencia se encargará de buscar por todos los medios mantener esa postura de dominio, control y sometimiento; ya sea por medio de la vigilancia, acciones y ejercicios que  generen las condiciones que inmovilicen a los grupos vulnerados. 


Uno de los aliados que se presentan con los que generan la violencia, son todas las conductas, acciones y situaciones que han sido normalizadas, autorizadas por la mayoría de la sociedad y que se fueron interiorizando y no cuestionando, ya que el cuestionar implica posicionarse en un estado de malestar, incomodidad, confusión, irritación y para algunos posiblemente una trasgresión e intrusión que rompe con su zona de confort. Es por ello que se gestionan acciones para no cuestionar y en caso de hacerlo, acciones para someter y mantener ese estatus de poder.

  

El otro elemento que se encuentra, es la persona que recibe la violencia, como ya se mencionó, debido a lo cultural y normalizado, lo aprendido en su grupo formador que es la familia, adquiere y aprende conductas, pensamientos, formas de relacionarse y vincularse con los demás en la cuales, en su mayoría son violentas.


El último elemento que se encuentra en el ejercicio de la violencia se encuentran los espectadores, es decir, los que están observando cómo ocurren las situaciones de violencia y no realizan alguna acción para detenerla o para que se deje de ejercer; siendo de esta manera, cómplice de quien genera la violencia, contribuyendo con su indiferencia y no participación.


Los que participan en el ejercicio y preservación de la violencia puede ser cualquiera, sin embargo, históricamente son los hombres los que han generado violencia a mujeres, menores y a los mismos hombres; debido a que históricamente se establece el poderío que posee el lugar del hombre en un sistema hegemónico, patriarcal, heteronormado; los cuales, han establecido los estándares del deber ser y hacer sobre la constitución de las masculinidades y feminidades; y con ello, el sesgo de que todos los hombres son los causantes de las condiciones de violencia existentes desde lo individual, familiar, comunitario y a nivel social. Sin embargo, es el mismo sistema que también los vulnera, al localizarlos en una posición de poder o superioridad.


El lugar del hombre ha sido realmente ventajoso y satisfactorio, que el cuestionarlo y el revelarse, también implica condiciones de violencia. Se hace mención entonces de dicho sesgo. No obstante, se resalta la importancia de visibilizar la participación de cada uno de los miembros en la sociedad, así como, desmitificar algunos aspectos sobre la violencia que distorsionan y complican el poder realizar cambios que resulten, si bien no totalmente en una erradicación, por lo menos hacer una detección y atención; en otras la prevención y disminución de la misma. 


¿Se puede erradicar la violencia?


La respuesta es no, la violencia en sus diversos escenarios no se erradican, ya que viene adherible a la condición humana de supervivencia, sin embargo, la violencia o a las violencias se pueden gestionar, es decir, reorientar y se puede concientizar, reeducar y prevenir mediante la interiorización de lo que significa la violencia en los diversos contextos, ya que por lo menos utilizándolo al entorno mexicano, hoy la violencia está completamente normalizada e incluso sobrevalorada, llevándolo a un ejemplo, todos los días nos despertamos con columnas y noticias televisivas desbordantes en eventos violentos, y no solo eso de un tiempo para acá sumamente sanguinarios, mismos que ya a la mayoría nos dejó de impresionar, es algo tan cotidiano que ya no causa extrañeza y por lo tanto mucho menos provoca interrogantes, se volvió parte del día a día del mexicano; derivado de esto hemos adquirido un discurso de venganza como sinónimo de justicia ante las irregularidades e injusticias, comenzamos a replicar, justamente eso, discursos violentos para gestionar la violencia, es un claro ejemplo de que mientras se mantengan situaciones de injusticia, impunidad y corrupción desde el mismo eje, difícilmente la violencia va a tener una acepción distinta a lo que representa y se replica actualmente. 




Referencias:


Foucault, Michel (1994). Hermenéutica del sujeto. Madrid: La Piqueta.

Zavaleta Betancourt, José Alfredo. (2018). Elementos para la construcción del concepto de campo de la violencia. Sociológica (México)33(93), 151-179. Recuperado en 28 de marzo de 2022, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-01732018000100151&lng=es&tlng=es.


https://www.uv.mx/psicologia/files/2014/11/Violencia-y-Salud-Mental-OMS.pdf


1 comentario:

  1. Excelente reflexión, ¡Un llamado al quehacer diario! Gracias por compartir sus experiencias ��

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